Testimonio de la Estación de Penitencia: Fray Jordi Montes Rodríguez
Testimonio de mi participación
en la Estación de Penitencia de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Despojado
de sus vestiduras y María Santísima de la Caridad y el Consuelo.
Con gusto respondo a la petición del Hermano
Mayor y de la Junta de Gobierno de la Hermandad para expresar mis impresiones,
vividas en la tarde del Domingo de Ramos pasado.
Desde mi llegada a Salamanca, como miembro del
convento de la Merced de Salamanca, he participado en varias ocasiones en actos
de dicha Hermandad. Tengo que confesar que, desde mi primer contacto con los
hermanos, me he sentido acogido, y puedo decir “en familia”. Yo vengo del sur,
de la provincia de Cádiz, y la verdad que me he sentido como en casa.
La Junta de Gobierno me pidió ofrecer mi
colaboración como maestro de ceremonias tanto en el Via Crucis de la Hermandad
como en el quinario. Y tengo que decir que mientras esté destinado en Salamanca
–e incluso después- estoy dispuesto a ayudar a esta Hermandad.
Se me pidió acompañar a la Hermandad en la
Estación de Penitencia en mi cualidad de fraile mercedario, acompañando al P. José Anido. Tuve la dicha de organizar el tiempo de
oración previo a la salida, y la verdad que –aparte de los lógicos nervios y
agitación- se vivía un clima de fervor. En esos momentos estábamos ante la
presencia de Jesús Sacramentado, Aquél al que instantes después íbamos a
acompañar en su paso Despojado de sus vestiduras.
En esos momentos revivía el ambiente de mi
Andalucía, el fervor, la fraternidad, el compañerismo… También la inseguridad
por la previsión meteorológica, dado que tan pronto lucía el sol como venía una
nube un poco “fea”.
Y llegó la salida… Un servidor acompañando a
Nuestra Madre… gran detalle de la Hermandad, dado el carácter mariano de
nuestra Orden. La primera vez que salía el palio, el sueño azul que se hacía
realidad…
Nada más salir se me pusieron los vellos de
punta al ver la devoción contenida y que estaba a punto de desbordar, devoción
que se traducía en miradas silenciosas, en lágrimas, en suspiros de amor por
Nuestra Madre. Y una hermosa petalá para saludar a Nuestra Madre que nos llenó
a todos de emoción. ¡Me creía en mi Isla!
Junto con Don Alfredo hicimos la Estación en
la Catedral, rememorando la escena evangélica del despojo de las vestiduras de
Jesús por parte de los soldados romanos. Bonito gesto de comunión diocesana el
pasar por la Catedral, y sobre todo del estar acompañados por el Vicario
episcopal y por miembros del Capítulo catedralicio.
La salida de la Catedral fue triunfal: ¡tanta
gente, tantos jóvenes!, y luego dicen que no hay fe: ¡qué manera más didáctica
y visual de hacer presente a Dios y a la Iglesia en nuestras calles!
Caída ya la noche, las velas de
los penitentes brillaban en las estrechas y oscuras calles. ¡Qué poderío y que
sabiduría la del capataz dirigiendo el palio en esa esquina tan estrecha! ¡Qué
arte el de los cargadores meciendo a la Madre, con tanto cariño: óle, óle y
óle! Y el corazón emocionado por la sorpresa de esa saeta ante el palio…
El sueño azul se ha cumplido,
fruto del trabajo de tantos hermanos, sois maravillosos, caminemos juntos,
contad conmigo.
Fray Jordi Montes
Rodríguez, Mercedario